"En 1291 se perdió San Juan de Acre, la última plaza que les quedaba a los cruzados en Tierra Santa. La aventura asiática, que había hipnotizado al Occidente europeo durante doscientos años, tocaba a su fin arrojando un desastroso resultado. Europa se había dejado hasta la camisa en un lance absurdo, trufado de misticismo y perdido de antemano. Aquel mismo año, ajenos al drama de los cruzados, dos hermanos genoveses, Vadino y Ugolino Vivaldi, se hicieron a la mar para internarse en el desconocido y azaroso Atlántico, un océano inmenso, plagado de peligros y monstruos marinos del que ningún navegante regresaba.
Los hermanos Vivaldi tampoco lo hicieron. Se los tragó el mar como a tantos que lo intentaron antes, pero esta vez algo fue diferente. Un paisano suyo, Lanzerotto Malocello, salió en su busca unos años más tarde y se dio de bruces con un islote volcánico, refrito por el sol y varado en mitad del océano. Se trataba de Tyterogakat o "La Quemada", tal y como era conocida por sus habitantes, los majos. Lanzerotto retornó a Europa, contó su descubrimiento y volvió para quedarse. Hoy esa isla lleva su nombre, Lanzarote, y sigue tan quemada y hermosa como se la encontró hace setecientos años."
Fernando Diaz Villanueva Y al otro lado del mar... Las Canarias
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