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miércoles, 28 de noviembre de 2012

EN MEMORIA DE CÁNDIDO VELAZQUEZ-GAZTELU


A Cándido Velázquez-Gaztelu Ruiz 

Cándido, hermano, amigo:
 

¡Que solos nos has dejado! ¡Que enorme vacío sin tu presencia!  Parece como si el mundo en nuestro entorno no fuese el mismo desde que te fuiste. Solo la compañía de todos los tuyos – con sus afectos, sus rasgos, sus modos, viva huella de tu persona – consuelan de algún modo, el dolor de tu ausencia. 

Eras el ejemplo vivo, de que la bondad es una virtud activa, una energía contagiosa, afectando a todo el entorno. Esa bondad brotaba de forma natural de la fuente clara de tu limpieza de alma, de tu enorme vitalidad, de tu solidaridad con los problemas ajenos, de tu simpatía, de tu amor hacia todos los que te rodeaban. 

Hoy día, hemos conceptualizado estas virtudes. Si tu capacidad para el análisis y la creatividad, en definitiva tu inteligencia, quedaron de manifiesto en tu ingente labor en el desarrollo de las actividades y empresas en las que participaste, tu Inteligencia Emocional, esa virtud que mide la capacidad para relacionarse con los demás, brilló en ti a enorme altura, convirtiéndote en un campeón absoluto de la armonía de relación hacia todos los que te rodeaban. 

No voy a hablar de tus cualidades como empresario. En estos días se ha escrito mucho y bien sobre tus virtudes en este campo. Solo quiero destacar que por encima de tu adaptación a los diferentes retos a los que te enfrentaste – incorporando con enorme inteligencia  y esfuerzo todos los conocimientos técnicos, económicos , del entorno etc. que necesitaste - por encima de ello, insisto, fue tu extraordinaria capacidad en la motivación y dirección de equipos humanos la que ha sobresalido de forma extraordinaria y ha conducido a todas las organizaciones que dirigiste, a un desarrollo extraordinario y a los más excelentes resultados. Se de buena fuente, que jamás discriminaste a nadie y supiste integrar a todo tipo de personas independientemente de su ideología, raza, sexo o creencias. Y lo mejor de todo fue tu capacidad de armonizar personalidades diferentes y temperamentos opuestos cohesionándolos en grupos fuertes y perfectamente unidos, en los que la capacidad del conjunto superaba con creces la de la suma de las individualidades. 

Fuera del ámbito familiar, pocos saben, de la dedicación amorosa y entusiasta hacia tu último hijo Cándido, desgraciadamente afectado desde su nacimiento por problemas que lastraron su normal desarrollo y que le impedían una plena autonomía en su desenvolvimiento cotidiano. Fué absolutamente habitual, exceptuando períodos de viajes, que al final de una jornada agotadora como presidente de Telefónica, y hacia las nueve de la noche, llegases a tu casa, te despojases de tu traje de trabajo y te enfundaras un chandal y afeitases, bañases, dieses la cena y acostases a tu hijo querido. Con tu cariño, supiste insuflar en él, y a pesar de su imposibilidad de verbalización, ese mismo afecto hacia los demás, expresado ante la presencia de su familia y amigos, en entusiásticas palmadas, ojos encendidos, gritos entusiastas y sonrisas de oreja a oreja.  

Si existe un lugar para los hombres buenos, no dudo que tu allí ocuparás un lugar de honor. Aunque tu ejemplo perdurará entre nosotros como guía  para nuestro comportamiento en nuestra vida  cotidiana, no te olvides, si es posible, de nosotros, y ayúdanos a corregir nuestros yerros y sostener nuestro ánimo en las dificultades de cada día. 

Un fuerte abrazo para Lupe tu mujer con la que tan entrañable y duradera relación mantuviste hasta el fín de tus días y que con su presencia continua supo consolar el difícil tránsito de tus últimas horas, Mis más afectuosos recuerdos para Juan Pedro y Lola, Pilar y Giles, Antonio y Marta y Cándido, tus nietos: Fernando y Victoria, Marta y Antonio, tus hermanos: María, Carmen, Juan-Pedro y Conchita.  Nos consolaremos mutuamente con tu recuerdo y nuestro contacto asiduo. 

Adiós Cándido, compañero, hermano, amigo. Descansa en paz  

Antonio Azpitarte

Marita Pérez Fernández-Fígares